Mensaje de bienvenida

¡Y sin embargo algunas personas dicen que se aburren!¡ Démosles libros!¡Démosles fábulas que los estimulen!¡Démosles cuentos de hadas! Jostein Gaarder

domingo, 16 de diciembre de 2018

Presentación de El bosque de Yábaco en la Biblioteca Municipal de La Alberca.



El día 13 de diciembre tuve el gusto de presentar mi libro El bosque de Yábaco en la Biblioteca Municipal de La Alberca. Este lugar me trae muy buenos recuerdos ya que he acudido allí a muchas actividades culturales, desde talleres de lectura, encuentros de autor, charlas, y la presentación de mi libro La verdadera historia del príncipe que se convirtió en rana.
 Me presento, de nuevo mi amiga Magdalena Cánovas, profesora de filosofía y escritora, que lo hizo con mucha simpatía y profesionalidad.
Magdalena Cánovas
No tenemos muchas fotos de esta presentación, porque la persona que se había encargado de ello tuvo que salir urgentemente. Nadie cayó en sustituirle.
El ambiente fue muy agradable y hubo mucha participación por parte de los asistentes, que no siempre suele pasar.
Agradezco a la presentadora, a la directora de la biblioteca y al público que asistió, a pesar de que la  tarde era muy desapacible, a que todo se desarrollase estupendamente.
Antes de las firmas.

Presentación del cuento El bosque de Yábaco en la librería Diego Marín.


Portada de El bosque de Yábaco.

Hace ya días que presenté mi libro El bosque de Yábaco en la librería Diego Marín y quiero compartir con vosotros algunos momentos de este acto tan entrañable. Me acompañaron en la presentación la escritora Lola López Mondéjar y la profesora de Teología y también escritora Magdalena Cánovas Martínez.
Con Lola López Mondejar  y Magdalena Campuzano.
Lola leyendo un fragmento de mi cuento.
Firmando libros.
Con mis compañeras del colegio Virgen de la Fuensanta
Me sentí tan arropada, tanto por ellas como por todos los amigos que vinieron, que se me hizo corto y me dio pena que aquello acabase. Para un escritor,el momento de presentar su obra al publico, es muy emocionante, por eso sentir el cariño de los amigos fue muy importante para mi.
La compañia de mis amigos fue muy importante.

El recinto que me ofreció la librería para la presentación, rodeado de libros por todas partes, hizo que este acto fuese muy intimo y agradable.




martes, 9 de octubre de 2018

Presentación de El bosque de Yábaco

El día 19 de este mes, a las 19,30, presento la historia de mi elfo favorito: Yábaco.
Estaba en el horno haciéndose a fuego lento para que salga más tierno.En el momento que estén los carteles, los subiré.
Os invito a que me acompañéis en la presentación.La historia no os defraudará.


Dagomar
El señor del fuego.
El bosque del Tejo Rojo.

martes, 28 de agosto de 2018

El pompero, poesía infantil.







No falta a la cita que tiene en el parque,
los niños ansiosos esperan su  arte. 
 Con  traje raído y  mucho  jabón,
el pompero crea  mundos de ilusión.
Una  gran botella, una soga larga y un liquido verde con muchas burbujas
¿Tendrá algo de bruja? 
Sumerge la cuerda, la saca con gracia, la sacude al aire
e inmediatamente surge allí la magia.
Aparecen pompas de muchos colores:
unas son rosadas, hay otras moradas,
 algunas son verdes o tornasoladas.
Las hay muy redondas, también ovaladas.
El viento las mueve, y suben al cielo o caen contra el suelo.
Los niños con ellas sueñan a volar; los padres se animan a participar.
Se han vuelto unos niños que quieren jugar.
Todos gritan, ríen, tropiezan  entre ellos
los  señores grandes, también los abuelos. 
Corren tras un sueño que está sin cumplir,
 que siempre han tenido,
aunque  todos saben que nunca ha ocurrido:
coger  una pompa de jabón casero, 
guardarla con ellos, junto al corazón
 y  que no se acabe nunca la ilusión. 
El pompero mira su viejo el reloj,
va a finalizar por hoy la función.
Los niños cansados  terminan su juego,
saben que mañana volverá el pompero.

sábado, 18 de agosto de 2018

La barquita, Poesías con sabor a sal.




                                    Sobre las olas picadas,
                                    picadas en alta mar,
                                    la barquita sube y baja,
                                    tiene ganas de llegar.
                                    Protegida por el puerto
                                    allí no naufragará.
                                    Su capitán de madera
                                    de ella se encargará
                                    y entre caricias y mimos
                                    como una reina estará.

lunes, 23 de julio de 2018

El bosque de Yábaco.


Dedicado a los que les gusta soñar rodeados del frescor de bosques. Bosques habitados por  elfos, duendes, unicornios, damas verdes,  hadas, magas, dragones y personajes llenos de fantasía.

Estamos en medio del verano y un calor sofocante nos amenaza. No quería poner la portada de mi cuento El bosque de Yábaco en mi página de facebook , porque el dragón alado, con su fuego, subirá la temperatura de estos días. Sin embargo, a petición de los lectores a los que les gusta soñar con hadas y dragones lo subo de nuevo.
Estará a la venta a partir del dieciocho de octubre.En esa fecha ya no molestará tanto el fuego de su bocaza.

martes, 13 de marzo de 2018

La verdadera historia del príncipe que se convirtió en rana visita el C.E.I.P. San Cristóbal de Cartagena


El día cinco de este mes, los profesores de 3º y 4º curso del colegio San Cristóbal de Cartagena, nos invitaron  a Virginia García y a mí a charlar con los niños que habían leído el cuento.
El cambio de impresiones  sobre la historia que acababan de leer les reforzó todo lo que habían  aprendido con su lectura, además,  a los chicos les gustó conocer a la autora y la  ilustradora del cuento.
Se nota que han hecho un trabajo exhaustivo  con la historia. 
Lo han trabajado, además de cómo libro de lectura,  dentro del proyecto “Una escuela con arte” y, desde luego, mucho arte le han echado en los trabajos que han hecho.
Como siempre, cuando llegamos al centro,  los niños nos recibieron con mucha ilusión.
No solamente aprenden ellos con estas visitas sino que  nos enseñan con sus ocurrencias e ingenio. Sus profesores han tenido mucho que ver en los trabajos realizados. Enseguida se nota cuando se trabaja en el aula.
Después de las presentaciones nos enseñaron sus magníficos libros sobre nuestra historia.
Los niños atendiendo a nuestra charla
Aquí tenéis uno de sus magníficos cuentos.
Han dibujado todos los personajes, nos han dibujado a la ilustradora y a la autora.
Rigoletto
Siempreserélibre
Biografía de Virginia

Mi biografía. He salido muy favorecida.

Graciosilla no se quiere poner derecha.


Me emociona que mi cuento haya podido inspirar unos trabajos tan bonitos. Las ilustraciones de Virginia han ayudado mucho.
Han trabajado los nombres propios,

 las frases que les habían llamado la atención,
han buscado
otros títulos para el cuento,
otras portadas
 y otros finales y han hecho resúmenes; todo ello lo han guardado en unos cuentos gigantes que han hecho de tela y fieltro.

No tuvieron ningún fallo en las repuestas a nuestras preguntas. Se nota que les ha gustado mucho y lo han leído con atención.
Lo que más ha llamado la atención han sido los nombres de los personajes. Son nombres que  les puse con ironía reflejando la personalidad de los mismos.
Luego llegó lo que más les gustó, mientras
yo les firmaba los libros, Virginia hizo un dibujo grande en la pizarra mientras los peques dibujaban animales de charca.


Como podéis ver, los murales han quedado preciosos.
Siempreserélibre


Graciosilla
Rigoletto.

En el mural de Graciosilla, los niños hicieron los dibujos directamente sobre el mural y todos querían participar por lo que hubo que dejar sitio para que todos participasen en su confección.
Les doy la enhorabuena a doña Lucía Martínez, 3º, a doña María del Mar Atiénzar, 4ºA y a  don Antonio Bernal de 4º B por el magnífico trabajo realizado con sus alumnos.
Un abrazo para todos.
¿Quién se puede resistir a este precioso dibujo?



domingo, 18 de febrero de 2018

La muñeca.Poesía infantil.

Dibujo sacado de internet.


La muñeca.

La muñequita está hecha con una gran ilusión,

un corazón desbordante y también con mucho amor;

está rellena de fresas, mandarinas y cerezas,

algunos melocotones y también dulces fresones.

 

Dos botones de cristal azules y transparentes,

tan bonitos como el mar adornan su cabecita.

—De ojitos le servirán.

Los papás  le ha insuflado el hálito de la vida,

las hadas le han regalado balbuceos y sonrisas,

y pequeñas mariposas  por el balcón se han colado,

con sus alas coloridas la pared han adornado.

 

Los papás ya están en casa con su muñequita en brazos.

—¿De verdad será una niña?¿No será una muñeca?

Pregunta la madre ante tanta belleza.

El padre  está a su lado, completamente embobado.

 —Solo  una niña preciosa puede sonreír así.

 No hay muñeca en este mundo que me haga tan feliz.

Los padres se han inclinado y, dando un beso a la niña, en la cuna la han

dejado.

 





viernes, 16 de febrero de 2018

La araña encajera, poesía infantil.

Este precioso dibujo está realizado por mi nieto Guillermo

La araña encajera, desde su rincón 
hace su trabajo con resignación.
Su tela de araña nunca está aseada,
se pegan los bichos, no le gusta nada.Ella es una araña muy limpia y cabal,
¡esto de los bichos va a acabar muy mal!
Desde el agujero que hay entre el cañizo
un mundo se abre bajo el cobertizo.
Cuando el sol se pone, al atardecer, 
una niña rubia suele aparecer.
Se sienta en su silla, 
coge su almohadilla llena de alfileres,
y  despacio empieza a hacer los deberes. 
Mueve las bobinas  llenas de colores,
 de hilos muy finos, de seda y de lino.
¡Qué encaje tan lindo empieza a tejer!
Cada vez más suave, cada vez más bello, 
para que una dama lo lleve en su cuello.
Sus dedos se mueven como mariposas, 
bailan  con la brisa, que sin mucha prisa sube desde el mar
y le lleva el nácar que tiene que usar.
 Y entre las bobinas, la espuma se enreda y hace maravillas.
La arañita llora lágrimas de seda,
observa  el trabajo y se desespera.
¡Lo  que ella daría por ser encajera!


Dibujo sacado de una página de internet.


miércoles, 7 de febrero de 2018

Los inviernos de mi infancia en Madrid.



Con las temperaturas de estos días me ha venido a la memoria el frío que pasaba cuando era pequeña en el trayecto desde mi casa al colegio.
Después de ver la historia del niño de hielo, lo mío es una minucia, pero de todas formas tengo ganas de contarlo.
Era invierno. Daba igual el mes. Tanto enero como febrero eran gélidos en Madrid. Me levantaba por la mañana para ir al colegio, helada. Me ponía el uniforme azul marino, calcetines cortos, daba igual que estuviéramos bajo cero, eran las normas del colegio; yo creo que todavía no se habían inventado los leotardos o por lo menos no habían llegado a España. Mi  padre me revisaba de arriba abajo, sobre todo el cuello. El color oscuro  del uniforme y los tintes de aquella época dejaban un viso oscuro en la piel que podía confundirse con la suciedad.
-Si no te frotas bien, parece que llevas roña en el cuello –me decían.
Me tomaba el desayuno calentito, a veces un bizcocho riquísimo que hacía mi madre con la nata que recogía de la leche hervida, una taza entera de nata necesitaba para hacerlo.  Me ponía la boina y la capa. Mi madre me la liaba alrededor del cuerpo como si fuera un rollito primavera, pero aquello no abrigaba. El frío se metía por todos lados y en el momento que me agachaba para coger la cartera, la capa se desenrollaba de mi cuerpo dejándome totalmente al descubierto.  Aquello era un instrumento de tortura. De todas formas yo estaba acostumbrada y lo veía normal. La espera en la cola del autobús hacía que se me quedasen los pies helados y los sabañones florecían como si fueran flores en primavera. Mi  padre me  acompañaba al colegio todos los días; el trayecto desde mi casa duraba, al menos, media hora en  autobús. Me encantaba ver las barbas de los leones de la Cibeles hechas carámbanos de hielo.
Mi padre me repasaba las lecciones que llevaba para ese día. Recuerdo como si fuese hoy mismo  el momento en que me preguntaba lo que era una península, lo que era una isla, un cabo, lo que era un río... Normalmente repasábamos las lecciones de geografía desde el segundo piso del autobús. Siempre me gustaba subirme al piso de arriba.
Después de acompañarme, él se quedaba media hora paseando por la Gran Vía hasta que se hacía la hora de entrar al banco.
Cuando el poco calor del aula me iba calentando el cuerpo empezaba mi martirio. Los sabañones me dolían y me picaban al mismo tiempo. Me rascaba frotándome un pie contra otro.  A veces se hacía insoportable.
Como estaba lejos de casa no me daba tiempo a ir a comer. Podía haberme quedado en el cole, pero el día que lo hice, me dieron de primer plato sopa y de segundo lentejas. Me pareció una comida tan rara que le dije a mi madre que no quería comer allí, que prefería irme a casa de mi tía Maruja que vivía cerquísima del colegio. Ella me preparaba un barreño de agua caliente que aliviaba mis sabañones.
Además así tenía la oportunidad de pelearme con mi prima. Según la decoración del plato de la vajilla en donde nos servían la comida te tocaba ser reina o princesa, y claro, ninguna de las dos queríamos dejar la corona a la otra. No he vuelto a comer una tortilla de patatas tan rica como las que hacía mi tía. Además, cada día de la semana había un plato fijo. Recuerdo que los martes, creo, eran lentejas y tortilla de patatas. Claro que no se podían comparar a las del colegio.
Por la tarde, nos  tocaba  hacer labores mientras una de nosotras rezaba el rosario. Después estudio, casi nunca jugábamos. Al salir, íbamos como locas a buscar a la castañera. También vendía boniatos. A mí me gustaban más los boniatos. Aunque lo que en realidad me encantaba eran los bocadillos de calamares, se me iban los ojos cuando pasaba por algún bar de donde salía ese olorcillo. Tenía autorización para comprar a la castañera pero no a entrar sola en un bar a comprarme un bocadillo. Era todavía muy pequeña.
Cuando volvía a casa, mi madre me recibía con los brazos abiertos. Siempre me preguntaba:
-¿Qué tal en el cole?
No sé por qué motivo me enfadaba que me preguntasen eso todos los días, si yo, además, siempre sacaba buenas notas. Ahora yo les pregunto lo mismo a mis nietos y creo que a ellos también les sienta mal la preguntita.
Aún así, todo esto que cuento lo hago con cariño no tengo nada que reprocharles a aquellos tiempos. Fueron los que me tocaron vivir, fue mi  infancia y adolescencia en Madrid


Fotografía copiada de internet.

lunes, 29 de enero de 2018

EL PICHÓN PEREGRINO.

 En homenaje a San Blas y a ese dicho  "EN SAN BLAS LA CIGÚEÑA VERÁS" repongo este cuento.  Espero que os guste. Es el primer cuento que escribí después de mi jubilación, por eso le tengo un cariño especial.
Los dibujos me los hizo con mucha ilusión mi amiga Laura Bueno.

        

             ¡Las cigüeñas han llegado! —gritó Josemi.

         Todos los años esperaba ilusionado el regreso de sus amigas.  Al escucharle, la  gente que se encontraba sentada en la plaza del pueblo observó como unas sombras grandes oscurecieron momentáneamente el cielo. Las manchas oscuras se fueron aproximando con lentitud hasta el campanario de la iglesia y, majestuosamente, se posaron encima de él. Como siempre, ellas volvían en primavera, y esta se acercaba. En el campo  volvían a brillar los colores con más fuerza, los árboles iban vistiéndose de pequeños brotes verdes y los días se alargaban. El tiempo estaba soleado aunque fresquito.

          Frente a la iglesia, en una casa con un pequeño huerto, vivían Josemi y Fátima. En el tejado había un palomar y las palomas tenían sus crías sin preocupación; se sentían seguras sin el peligro de las lechuzas, sus grandes enemigas.

         La paloma Sacarina, a la que llamaban así sus amigas debido al color blanco de sus plumas, había puesto cinco huevos. Cuando pasó el tiempo necesario nacieron cinco  pichoncitos de los que estaba muy orgullosa.

         Ella también se puso muy contenta con la llegada de las cigüeñas. Por fin volvería a ver a su amiga Risueña. Sacarina la respetaba mucho y admiraba la elegancia y la fuerza que trasmitía al volar. Lo que más le gustaba de su regreso es que al atardecer volvería a escuchar sus historias sobre los peregrinos que se encontraba  cuando sobrevolaba el Camino de Santiago.

         A las seis de la mañana el reloj de la torre  despertaba  a todo el mundo con sus campanadas. Todos los días, por las mañanas,  las palomas y las cigüeñas estiraban sus alas y  peinaban sus plumas.

—Buenos días, Risueña.

—Buenos días Sacarina.

         Después de los saludos cada una se iba a cumplir con sus obligaciones y cuando caía la noche se reunían para contar lo que les había ocurrido durante esa jornada. En el palomar esperaban con ansiedad la llegada de Risueña, querían escuchar sus aventuras:

         —Venga Risueña, cuenta cómo te ha ido hoy —insistían sus amigas.

         —¿Cuántos peregrinos has visto? ¿Iban andando o en bicicleta? ¿Llevaban colgada al cuello la concha de Santiago?

          Siempre le preguntaban sin parar.

         Los pichoncitos de Sacarina iban creciendo y pronto se incorporaron al grupo de admiradores que la escuchaban por las noches. Risueña contaba sus experiencias sobre el Camino de Santiago:

         —Algo tiene ese camino. Cuando los humanos lo recorren  se transforman,  se hacen amigos y se hablan como si se conocieran de toda la vida. Es fantástico ver lo bien que se portan unos con otros. ¡Con razón dicen que es un camino mágico!

 

         La curiosidad de los pichones iba en aumento, en especial la de uno de ellos que preguntaba sin parar.

—“Cuando sepa volar bien, me iré  con Risueña” — pensaba.

         Pasaban los días y los hijos de Sacarina crecían mucho; ya casi estaban listos para salir del nido.

         De vez en cuando Josemi y Fátima subían al palomar. A los niños les gustaba mucho,  aún a sabiendas de que cuando lo hacían se solían llevar una reprimenda:

         —No debéis molestar a las palomas cuando están criando.

         Sacarina estaba muy contenta con sus retoños, pero le preocupaba  mucho uno de ellos. Era muy espabilado, pero creía que lo sabía todo, su madre le llamaba Listillo.

         —Mamá, ¿puedo  acompañar a Risueña?

          —No hijo, no. Ya irás cuando seas mayor y vueles con más seguridad. Ahora tienes que tener paciencia y esperar.

         Listillo lo tenía todo planeado, el primer día que oyera que iba a hacer buen tiempo, saldría volando en busca de los señores peregrinos. ¡En su casa se aburría tanto!

         Una mañana, todavía medio dormido, oyó entre sueños a su madre hablar con Risueña:

         —Risueña, ¿cómo está hoy el tiempo? Desde el campanario verás el  horizonte sin problemas.

         Listillo levantó la pluma que tapaba sus oídos y escuchó con atención la respuesta:

         —Creo que  vamos a tener un día estupendo, no hay ninguna nube en el cielo.

         ¡Eso es lo él estaba deseando! ¡Por fin llegó la hora!

         —¡Bravo!  Hoy empezaré mi viaje —dijo para sus adentros.

         Esperó a que su mamá saliera a buscar comida y, sin pensárselo dos veces, se pasó el pico por las plumas, las ahuecó y se preparó para empezar su aventura. Se colocó con cuidado al borde del nido y miró hacia abajo. Le dio un vuelco el corazón, ¡qué alto estaba aquello! Se acordó  de que su madre siempre se ponía en el alero del tejado, se dejaba caer y, cuando estaba en el aire, abría las alas y cogía altura. ¡Solo tenía que hacer eso! Parecía fácil. Se preparó en un saliente del palomar y realizó todos los preparativos necesarios para echar a volar.

         Algún detalle se le debió de pasar por alto pues, al intentar elevar el vuelo, ocurrió todo lo contrario de lo que él esperaba, empezó a caer y a caer, dándose golpes con todos los obstáculos que encontró en la pared hasta que acabó en el suelo. Se quedó tan aturdido que estuvo algunos segundos sin saber qué había pasado ni dónde estaba. Poco a poco fue reconociendo el lugar, recordó que cuando se asomaba desde el palomar, lo veía todos los días. Era el huerto de la casa; había  muchos árboles frutales  y  dos niños jugando. Con mucho miedo y dolor, Listillo se escondió como pudo dando pequeños saltos detrás de una maceta  y estuvo largo rato hasta que se acercaron  Josemi y Fátima.

         —Josemi, mira lo que hay aquí, un pichón del palomar; se ha debido caer, parece que todavía no puede volar, le faltan algunas plumas.

         —Vamos a avisar a mamá, ¡tendremos que curarle!

          Rápidamente salieron corriendo hacia la casa:

         —¡Mamá mamá!, mira lo que hemos encontrado, una paloma herida, ¿Podrás curarla?

         —Fátima, ya sabes que cuando se cae un pájaro del nido antes de tiempo es muy  difícil que sobreviva, pero vamos a intentarlo. Pobrecito, tiene el ala rota; vamos a vendársela, a lo mejor logramos que pueda volar algún día.

         Los tres se  lo llevaron dentro de casa, empezaba a caer la noche y hacía un poco de frío.

         Mientras, en el palomar, Sacarina que había vuelto con el buche lleno de comida se encontró con que faltaba Listillo. Nadie lo había visto y sus hermanos tampoco sabían nada. La paloma no paraba de preguntar a sus vecinas, ¡estaba desesperada! Fue en  busca de Risueña.

         —Risueña, ¿has visto a Listillo? Se ha escapado del palomar. ¡Qué va a ser de él! Se acerca  la noche y se va a morir de frío.

         —Sacarina, tranquilízate,  a ver si lo veo. Enseguida vuelvo.

         Risueña solo tuvo que planear un poco desde la torre para  darse cuenta  de que en la cocina de la  casa que había debajo del palomar  estaban curando al hijo de Sacarina. Remontó el vuelo y volvió rápida con la buena nueva.

         —No te preocupes Sacarina, está en buenas manos. La madre de Josemi y Fátima le está poniendo una venda en  el ala; se ha debido de golpear al iniciar al vuelo.

         Al oírla, Sacarina no pudo contener las lágrimas; pensar que no podía tenerlo cerca le produjo una tristeza inmensa.

         Listillo estuvo toda la noche arrepentido de no haber hecho caso de los consejos de su mamá. Tendría que esperar mucho tiempo para curarse la herida y, quizá, no podría nunca volar  como su amiga la cigüeña. Lloró y lloró hasta que empezó a amanecer. Al mirar por la ventana pudo ver a su madre posada en el alfeizar de la misma, esto le consoló.      Poco a poco se quedó dormido.

         Le despertó un gran alboroto en la casa. Los padres de Josemi y Fátima leían en voz alta una lista de objetos que estaban preparando y colocando en sus mochilas: cantimplora, saco de dormir, linterna, botiquín, crema para las rozaduras... Los chicos también preparaban su equipaje: dos bastones para caminar, sombreros, tres mudas y unas botas de montaña.

         —Bueno niños ¿estáis listos? Nos vamos en seguida.

         —Sí, papá, pero… ¿Qué vamos a hacer con el pichoncito? Si lo dejamos solo, se va a morir ¡Por favor, vamos a llevárnoslo! Nos ocuparemos  de cuidarle por el camino; hemos preparado una jaula y la llevaremos enganchada de la mochila.

         —¡Pero estáis locos!  Se morirá durante el viaje.

          La madre intervino en favor de Listillo:

         —Deja que se lo lleven. Si se queda aquí, van a estar todo el tiempo sufriendo por él.

         —Bueno —dijo el padre—, vosotros veréis, pero cuando se anda mucho, cualquier peso extra se hace insoportable.

         —¿”El Camino”? —pensó Listillo—. ¿”Será ese del que todos hablan”? Si fuera aquel al que se refiere Risueña, se cumplirían todos mis deseos. Aunque no pueda volar lo veré desde la tierra como un peregrino de verdad.

         La paloma Sacarina, desde arriba, vio como se alejaban todos con su hijo en una jaula colgada a  la espalda de uno de los niños. Empezó a llorar con desconsuelo pero el pichón desde abajo le gritó:

         —¡Mamá no te preocupes por mí! ¡Me voy a Santiago, soy un peregrino!

         Desde ese día, la paloma Sacarina esperó pacientemente el regreso de su hijo asomada al alero del tejado. Pasaron dos semanas y Listillo volvió de ese viaje, cansado, pero con todas sus heridas curadas.  Santiago le ayudó para que sanaran. Su madre y sus hermanos se pusieron muy contentos cuando les vieron llegar por el sendero. A los  pocos días  sus amiguitos  le abrieron la jaula.

         —Vamos palomita, tus heridas se han curado, ¡ya puedes volar!

         Listillo levantó el vuelo un poco temeroso al principio, pero luego, siguió elevándose  como si lo hubiera hecho durante toda su vida. La sensación de libertad era maravillosa. Se posó en el palomar y todos allí, le recibieron con mucha alegría.

         —Mamá, voy a volver a hacer el Camino, pero esta vez, con Risueña.

          —Este hijo mío no tiene arreglo —dijo a todas las palomas que estaban allí celebrando  su vuelta.

         Pasaron unos meses y, un día,  una extraña pareja formada por una cigüeña y una paloma sorprendió  a los peregrinos que hacían el Camino sobrevolando sus cabezas.

         A partir de entonces, todos los años al llegar la primavera, Risueña  y Listillo  emprenden un nuevo viaje; los dos se dejan llevar por la magia y el encanto del Camino de Santiago.

 

        



domingo, 28 de enero de 2018

Si tú no tienes una hermana mayor no sabes lo que te pierdes

Resultado de imagen de Dibujo de dos chicas o niñas.
Si tú no tienes una hermana mayor no sabes lo que te pierdes. Cuando eres pequeña y tienes una hermana mayor te pasan muchas cosas buenas, es muy entretenido, simplemente con mirarla ya te lo pasas bien. Por ejemplo cuando se viste, o cuando elige los complementos, o mirando  cómo se desmaquilla y se pone la hidratante… también cuando se prepara para irse con sus amigas a los toros o de flamenquéo  y se ponen flores en el pelo o cuando toca la guitarra y canta o cuando esta estudiando y te dice que no le distraigas y tú te quedas callada para que te deje estar cerca. Y por las noches, si compartes habitación,  con la luz apagada te cuenta cosas, desde cuentos a como le ha ido el día o si le salen pretendientes, sobre todo si eres tan preguntona como yo y ella no se cansa de ti y te contesta a todo.
Cuando tienes una hermana mayor te puedes disfrazar con sus collares y zapatos de tacón. Puedes jugar con sus juguetes de chica mayor, como su batidora y hacerte colacaos, participar como  público en sus experimentos culinarios y si no salían bien, cosa rara porque es muy buena cocinera, reírte de ella y gastar bromas y lanzarte la leche frita como proyectiles. Puedes mirar sus álbumes de Sissi, ojear sus libros y enredar en  todas sus cosas, sin que ella se enfade, aunque a veces le pongas detergente en el café o le pintarrojees las fotos.
Una hermana mayor te cuida y te abriga, a veces tanto que corres riesgo de asfixiarte debajo de las mantas o el verdugo la bufanda el abrigo. Tú también puedes ayudarla a ella, yendo de tapadera a  esperar de estrangis a Paul Anka a la entrada del concierto o escuchar con ella una y otra vez las canciones de los Beatles en su pick up. Con una hermana mayor  la complicidad está asegurada, se parte de risa con tus trastadas, y primero ella te defiende a ti, y luego tu a ella.
Me acuerdo como si los tuviera delante de los vestidos tan bonitos que tenía, uno verde con festones, otro estampado de flores, o uno con lacitos debajo de los tirantes. Y de sus chalecos de ante con flecos, sus botas altas…era una hermana moderna. A mi no me extrañaba nada que tuviera a todos los chicos revoloteando a su alrededor porque era guapa de no poder aguantarse, y cantaba muy bien y hablaba inglés y tenia acento madrileño en Granada y además era muy simpática y educada con todo el mundo. 
Yo he tenido mucha suerte porque mi hermana era la chica más guapa y más cariñosa del mundo y además la he tenido doce años para mi sola. 
Nunca me he aburrido con ella porque con esa imaginación que ha tenido siempre, su vida es como un cuento y como ahora  ya está un poco más crecida para irse de aventuras se ha puesto a inventárselas. Y te las cuenta con tantos detalles y describiéndolo todo tan bien que parece que estás ahí mismo, viéndole el juanete al rey Melchor o  con Pinocho en las Fallas.
En sus cuentos hay pocas princesas, hay sobre todo niños y animales, y todos corren aventuras aunque a veces no sean trepidantes, porque ella sabe hacer de cada día un regalo especial y magia de lo cotidiano.


Este precioso dibujo está sacado de internet.

jueves, 25 de enero de 2018

Guille y Pablo solidarios con los refugiados.







Guille y Pablo, dos niños solidarios

Se acerca Diciembre; el día 14 es el cumpleaños de Pablo y pocos días después el de Guille. Desde hace tres meses llevan la cuenta de los días que les quedan para celebrarlo. Como  cumplen años con dos semanas de diferencia,  su mamá los celebra siempre juntos. Ya tiene las invitaciones y van a venir muchos niños.
Una noche, toda la familia está viendo la televisión; han salido unas imágenes espantosas de unos niños. Con los ojos llenos de lágrimas, empapados  y llenos de barro. Los niños no comprenden bien lo que pasa y se lo pregunta a su mamá.
-Mamá ¿qué les pasa a esos niños? ¿Por qué están tan tristes?
-Huyen de la guerra y buscan refugio en países que estén en paz –les contesta su madre.
-Mamá, ¿eso puede pasar aquí también? -pregunta Guillermo un poco asustado.
-Sí hijo, sí. Por desgracia eso puede ocurrir en cualquier sitio, la avaricia y el egoísmo de muchas personas puede hacer que dos países se declaren la guerra y esto lleve a muchas personas a pasar hambre y frío sin tener culpa de nada.
Esa noche, todos  se han acostado muy tristes pensando en la gente que estará en esos momentos sin hogar. Guille y Pablo, tienen un poco de miedo ¿Y si les ocurre eso a ellos?
Por la mañana su mamá, al levantarse ha hablado con los dos:
-Mirad niños, vuestro padre y yo hemos pensado, que puesto que enseguida van a venir los Reyes Magos y os  van a traer  muchos juguetes, debemos de compartir algo de lo que tenemos con los niños refugiados. Podríamos decir a vuestros amigos que, en lugar de compraros un regalo, el dinero que se van a gastar lo echen en una hucha que vamos a poner en medio de la fiesta y, todo lo que recojamos, lo enviaremos para ayudarles un poco. ¿Qué os parece?
Guille y Pablo han escuchado a su madre y no han puesto ninguna pega, les ha parecido bien. Su madre se ha sorprendido de la generosidad de sus hijos.
-Bueno, solo queda cambiar la invitación. Esta tarde escribiré una nota para que se la entreguéis a las mamás de vuestros amigos.
Mayca ha pensado en la carta que les va a dar y después de terminarla se la lee a sus hijos; ha quedado así:
-Queridas amigas:
Tanto mis hijos como yo,  estamos  todavía aturdidos  ante la gran desgracia que están sufriendo las personas que tienen que abandonar su hogar por culpa de la guerra. ¡Hay tanta gente que se ha quedado sin nada y tantos niños a los que ayudar...!
Pienso en la suerte que tenemos y en que  somos privilegiados. En realidad tenemos de todo y en exceso.
Quiero que mis hijos sean desprendidos y creo que hay que enseñarles desde pequeños a ayudar a los demás. Por eso cuando hablé con ellos de su cumpleaños, pensamos entre los tres, que este año no queríamos regalos, que lo mejor sería que lo que os vais  a gastar en comprar un juguete, lo echéis en una hucha que vamos a poner en el lugar de la celebración. Luego Guille y Pablo lo  entregaran a alguna O.N.G. Creo que ellas sabrán emplearlo de forma adecuada.
Os lo agradecemos de corazón:

                                               Familia de  Guille y Pablo

A los dos niños les ha parecido muy bien.
Guille y Pablo han recogido 300 euros y, casi  no han notado el sacrificio porque aunque no han tenido juguetes, han tenido fiesta y también tarta.
Otras  mamás han copiado la idea porque les ha parecido que está muy bien eso de compartir, así que han enviado más dinero para ayudar a los niños refugiados.
Esos días, las profesoras han hablado en clase de la solidaridad pero ellos  que son pequeños preguntan a su madre:
-Mamá, ¿qué es ser solidario?
Mayca  se queda sorprendida porque  Guille y Pablo son solidarios pero no lo saben.
-Hijos, ser solidario es ser generoso con los demás, como vosotros lo habéis sido con los niños de otros países.
-¡Ah! – Los dos se quedan callados pensando en lo que les ha dicho. Les parece que ser solidario es una cosa muy buena, así que están satisfechos de serlo.